Frieda Belinfante

En noviembre de 1941, conoció a Willem Arondeus, un artista gay. Junto con otros miembros de la resistencia, establecieron un fondo para apoyar a artistas que no podían trabajar debido a la ocupación nazi. A principios de 1942, se requirió que las tarjetas de identificación de los judíos neerlandeses tuvieran una J estampada en ellas. Esto creó un mercado para documentos falsificados. Después de haber falsificado con éxito documentos de viaje para un amigo años antes, Frieda comenzó a hacer tarjetas de identificación falsa para ella y algunos amigos. Pronto se dio cuenta que más personas las necesitaban. Hubo muchos momentos críticos. Una vez intentó entregar identificaciones falsas para sus vecinos, pero no aparecieron. Cuando fue a la casa de ellos, la Gestapo la estaba registrando y la detuvieron. Cuando la escoltaron a su casa, escondió hábilmente algunas tarjetas falsas detrás de unas partituras. Al hablar sobre todo lo que había hecho en su vida, dijo: "Siempre he ayudado a la gente... No todos han valido mi esfuerzo, pero el esfuerzo valió la pena".

El volúmen de trabajo de falsificaciones aumentaba y pronto, la resistencia había distribuido casi 70,000 tarjetas de identificación falsas. Esto creó un problema para el grupo: las tarjetas originales, guardadas en el Registro de la Población de Ámsterdam, podían ser fácilmente verificadas, revelando así las falsificaciones. La propia Frieda fue la que encontró una solución: bombardear el edificio y destruir las originales. El grupo estuvo de acuerdo y Frieda se puso a planificar el ataque. Se decidió que Willem lideraría a un grupo de hombres disfrazados de policías para colocar las bombas en el edificio. Frieda quería participar en esta parte del plan, pero los hombres no se lo permitieron por miedo a que no luciera convincente como hombre y por la creencia errónea de que el trabajo sería demasiado difícil para las mujeres. Recordó esto con la ocurrencia: "las mujeres podrían haber traído algunos de los explosivos, algunas de las cosas que no eran demasiado pesadas para llevar". Frieda observó desde una azotea cercana el 27 de marzo de 1943 cómo las bombas estallaban y destruían casi 800,000 tarjetas de identificación.

Después del bombardeo, Frieda y sus compañeros conspiradores se escondieron para evitar ser atrapados. Con un corte de pelo corto y un "traje de tres piezas que le quedaba perfecto, excepto por esto" -haciendo un gesto hacia sus pechos-, Frieda pasó sorprendentemente  desapercibida como hombre durante tres meses. Durante este tiempo, se encontró con su madre y la segunda esposa de su exmarido sin levantar sospechas. Para 1943, ella sentía cada vez más miedo de ser descubierta. Logró escapar de los Países Bajos a pie, pasando por el sur de Francia y finalmente llegando a Suiza neutral, donde obtuvo con éxito el estatus de refugiada. Permaneció allí hasta el final de la guerra. Su amigo cercano, Willem, no tuvo la misma suerte; fue capturado por los nazis y ejecutado por su participación. Su último deseo fue que el mundo supiera que "los homosexuales no eran cobardes".

Frieda nunca ocultó su sexualidad y nunca se sintió inferior o diferente a sus pares heterosexuales. Cuando se le preguntó al respecto durante su testimonio oral, dijo "solo viví mi vida y nunca tuve que dar explicaciones al respecto". Esta franqueza, desafortunadamente, sí impactó su carrera posteriormente. En 1947, emigró a los Estados Unidos y fue nombrada la primera directora de orquesta de la Orquesta Filarmónica del Condado de Orange. En 1962, su contrato no fue renovado y se quedó sin trabajo. Frieda atribuyó esto a la homofobia y las habladurías sobre su sexualidad. Después de esto, se mudó a Nuevo México donde enseñó música. Reflexionando sobre su vida, dijo que había tenido una vida maravillosa y muy romántica. Concluyó "tú haces tu propia vida. Nada la hace por ti". Falleció en 1995 a la edad de 90 años.